El Antiguo Museo Industrial
Don Camilo Destruge, Director de la Biblioteca Municipal, 1908. Se interesó en la construcción de un edificio que albergara al Museo y Biblioteca Municipal.
En esa primera etapa el museo funcionó más como una sala de exposiciones que como museo en sí. Sus colecciones se fueron formando basadas en los obsequios que dejaban los expositores, creándose un muy heterogéneo conjunto de bienes entre los que se destacaban objetos de índole etnográfico (de los cuales aún quedan algunos como las armas de los jíbaros que descansan en la reserva) como monedas, medallas y artesanías.
Nace el Museo Municipal
El 15 de septiembre de 1908, Armando Pareja Coronel, presidente del Ilustre Concejo Cantonal, propuso la creación de un Museo Histórico y de este modo dio inicio para la transformación del antiguo Museo Industrial.
La propuesta dio origen a una ordenanza que definía el establecimiento de una sección dedicada a la Historia Patria y otra a las Ciencias y las Artes, así como la responsabilidad del director de la biblioteca para con el nuevo museo al que también le tocaría dirigir.
La propuesta dio origen a una ordenanza que definía el establecimiento de una sección dedicada a la Historia Patria y otra a las Ciencias y las Artes, así como la responsabilidad del director de la biblioteca para con el nuevo museo al que también le tocaría dirigir.
El 6 de octubre, el Presidente de la República y Octavio Díaz, ministro de lo Interior, firmaron el decreto mediante el cual le concedían a la Municipalidad el solar en donde había estado la iglesia de San Agustín, así como el permiso para recibir dos centavos de los seis por litro que la Municipalidad recaudaba por introducción de aguardiente.
A esto se sumarían diez mil sucres anuales para que la Municipalidad destinara al pago de la construcción del edificio hasta la finalización de las deudas adquiridas por este concepto y un segundo permiso para que la institución edilicia pudiera hacer un préstamo para terminar la obra.
A esto se sumarían diez mil sucres anuales para que la Municipalidad destinara al pago de la construcción del edificio hasta la finalización de las deudas adquiridas por este concepto y un segundo permiso para que la institución edilicia pudiera hacer un préstamo para terminar la obra.
La primera, porque se había recibido un empréstito de doscientos cincuenta mil sucres para el efecto; la segunda, porque se estaban recibiendo regularmente los fondos para amortizar dicho préstamo; y, la tercera, porque había varios planos de donde escoger para iniciar la construcción de la obra.
El 28 de septiembre de 1914, el Concejo aprobó el inicio de la obra, antes de la contratación del arquitecto portugués Raúl María Pereira, cuyo diseño había sido seleccionado por el Concejo y a quien encomendaron su ejecución.
Vale destacar que Pereira era un verdadero artista, prueba de ello son sus innumerables obras tanto pictóricas como escultóricas y arquitectónicas que se hallan diseminadas por algunos países de Europa y América, pero su experiencia como constructor era nula, lo que convertía en un error fatal la decisión de encomendarle su construcción, error que lamentaríamos dos décadas después.
Vale destacar que Pereira era un verdadero artista, prueba de ello son sus innumerables obras tanto pictóricas como escultóricas y arquitectónicas que se hallan diseminadas por algunos países de Europa y América, pero su experiencia como constructor era nula, lo que convertía en un error fatal la decisión de encomendarle su construcción, error que lamentaríamos dos décadas después.
Este maravilloso palacio respondía a las siguientes características:
“Es de estilo Renacimiento puro, teniendo de frente a la calle Pedro Carbo 48 metros y a la Municipalidad 42 metros”. “Tiene dos pisos: el primero con 5 metros 50 y el segundo con 6 metros 50, altura indispensable para la buena colocación de los libros y objetos de arte. La altura total es de 13 metros 50, que es una altura mayor que la de cualquier otro edificio de dos pisos de los construidos en Guayaquil”.
“Los salones principales tienen además de la luz de la calle, luz vertical y son suficientemente ventilados, pues en la parte posterior del solar hay un jardín que sirve también para aislar el edificio de las casas vecinas”.
“La estructura es de madera forrada de tela metálica y revestida con mezcla de cemento. Las paredes que lindan con las casas vecinas son de tela metálica reforzada y de concreto fino para evitar el peligro de incendio”.
“Todo el piso es de mosaico sobre una base de concreto. La entrada principal tiene 7 metros de ancho, con un vestíbulo espacioso, iluminado con luz vertical y con escaleras de dos metros de ancho. Tanto el vestíbulo como las escaleras tienen pavimento de mármol de colores. La Biblioteca y Museo son absolutamente independientes”.
“La cúpula que cae sobre el vestíbulo de la entrada principal y sala de recibo está decorada con motivos relacionados al objeto de la construcción. En el resto del edificio prevalece una decoración sobria y sencilla. En la planta alta se instalará la Imprenta Municipal y algunas de las oficinas que están mal localizadas en el edificio contiguo al Mercado, a fin de centralizar en lo posible las dependencias del Ayuntamiento”.
jueves 10 de agosto de 1916, a las cuatro de la tarde y como parte del programa de festejos organizados por cumplirse un año más del Primer Grito de Independencia, se procedió a la inauguración del primer palacio construido en la ciudad, el que estaría destinado a cumplir las funciones de biblioteca y museo.
El Palacio del Museo abrió sus puertas con los mejores auspicios, pero sin que aún cumpliera un año de vida se dio el primer revés. Nos referimos específicamente al drástico cambio experimentado en sus fachadas al eliminar de ellas las “cariátides” que la adornaban.
Es que estas monumentales esculturas femeninas, libres de toda vestidura, hirieron la susceptibilidad de algunos puritanos que, con poder para realizar cambios, lograron conmover la opinión de los cabildantes para que estos ordenaran que fueran reemplazadas por simples columnas estriadas, similares a las utilizadas en los templos Dóricos de la Grecia clásica.
Es que estas monumentales esculturas femeninas, libres de toda vestidura, hirieron la susceptibilidad de algunos puritanos que, con poder para realizar cambios, lograron conmover la opinión de los cabildantes para que estos ordenaran que fueran reemplazadas por simples columnas estriadas, similares a las utilizadas en los templos Dóricos de la Grecia clásica.
Los problemas comenzaron luego de diez años de construido; el techo del edificio fue lo primero que se intervino, pero ni el reemplazo de las tejas ni los parches que le practicaron pudieron evitar su progresivo daño. El paso del tiempo y los constantes arreglos en la cubierta formaron gran cantidad de grietas que fracturaron los recubrimientos interiores.
Así, para cuando la construcción tenía 12 años, el estado era tan calamitoso que su director lo recordaría diciendo: “A los 12 años, el edificio era un adefesio y para aliviarle el techo se le fueron quitando los pompones de estatuas, maceteros y otros copetes. A los 15 no aguantó más... empezó a echar aerolitos y garrotazos a los transeúntes, y como dama vanidosa que renuncia a las pompas y joyas para pensar en la muerte fue desprendiéndose de rato en rato y arrojando a la calle sus galas de cemento: capiteles, cornisas, pedestales...”. Palabras más gráficas, imposible. El edificio estaba irremisiblemente condenado.
Fue así como llegado 1938 y luego de 22 años de construido, el presidente del Concejo, Asisclo Garay, dio la orden para demolerlo y con ella el traslado de la Biblioteca y Museo al Palacio Municipal, que había sido inaugurado diez años atrás y construido en sólido y seguro hormigón armado, además tenía mucho espacio libre para albergar a estas antiguas y respetables instituciones.
Así fue la vida, desarrollo y prematura muerte del primer palacio que tuvimos y que por imprevisión, desatinos y circunstancias extrañas tempranamente perdimos.
por: Federico Vera Dueñas
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